En casitaperfecta.com nos gusta hablar de economía colaborativa y de todas sus vertientes. Hoy, sumándose a la estela que dejó «Yoga desde casa», os traemos una entrevista muy especial sobre algo que, precisamente, no se puede hacer desde el salón o en una habitación del hogar. Al menos no todo. Mª Ángeles Gómez Melgar es quiromasajista, hace reflexología podal y ofrece sesiones de reiki. Ella, como muchos otros profesionales, ha decidido sumarse a la nueva vertiente de colaborar con quien lo necesite, pero no necesariamente a cambio de dinero.
No nos vemos las caras, pero se nota que está un poco nerviosa y a la vez emocionada por el hecho de ser entrevistada. Ofrecerse en el mundo de la economía colaborativa es lo que tiene. «Es la primera vez» explica, como queriendo justificar su nerviosismo. Mª Ángeles Gómez Melgar es quiromasajista, practica la reflexología podal y, además, hace sesiones de reiki. Más o menos todos conocidos, pero es el tercero el que más nos llama la atención.
Mª Ángeles, ¿qué es el reiki?
Es equilibrar tu cuerpo energéticamente a todos los niveles: emocional, mental y físico. Los que practicamos reiki canalizamos la energía a través de las manos. Es algo que no se puede explicar de manera física, pero a través de la energía canalizo la tuya y conseguimos que el cuerpo se equilibre poco a poco.
¿Y qué nota la persona que ha participado en una sesión de reiki?
Se siente bien, más tranquilidad, más paz mental, es capaz de ver la vida y lo que la rodea de otra manera. Se siente más conectado consigo mismo y con lo que desea hacer en la vida… Este mundo en el que vivimos va muy deprisa. No nos damos cuenta y se nos ha pasado la vida sin hacer lo que realmente deseamos hacer. El reiki ayuda, en cada sesión, a conocer a la persona y a aprender a ayudarla.
Hay gente a la que ha ayudado mucho, pero no sirve para todos. Hay que probar, y si no va bien, hay infinidad de terapias para ayudar a las personas. Cada uno tiene que encontrar la suya.
¿Eso es lo que te pasó a ti? ¿Encontraste en el reiki tu terapia?
Si. la primera vez que fui a hacerme una sesión pensé «madre mía, qué locura, dónde me he metido…» Y lo que pasó es que empecé a encontrarme mejor. Yo siempre había tenido migrañas, dolores musculares… en una única sesión todo eso desapareció.
Es decir, tú no trabajabas en el mundo de las terapias alternativas, ni de la economía colaborativa ¿cómo llegaste hasta ellas?
Ha sido todo un recorrido repleto de señales… -se nota que está sonriendo, al otro lado del teléfono- durante ocho años trabajé en el supermercado de una conocida cadena. Trabajaba muy duro y acababa agotada, tanto física como emocionalmente. Empezaron los dolores de espalda, de cabeza… y caí en una depresión. No quería ni levantarme de la cama, me entraban ganas de vomitar al pensar en pasar todo mi día ahí dentro… pero mi marido y yo nos acabábamos de comprar una casa, tenía que seguir allí.
Estabas atrapada…
Completamente. Y un día -me dice en un murmullo que esto se lo ha contado a muy poca gente- pedí una señal al universo, a Dios, a quien fuera. Yo no es que sea muy religiosa, creo en el Universo y respeto la religión… pero pedí una señal a Dios, porque no sabía qué estaba haciendo con mi vida.
Al día siguiente me fui a trabajar, y tras unos palés de sal encontré una cruz… -supongo que, como redactora, me esperaba de todo menos eso, ella nota mi estupor- en serio. Una cruz que decía «Yo os doy la Paz». Me sentí reconfortada, lo tomé como una señal para ser positiva.
¿Hubo algo más que te hiciera reflexionar?
Si, ese mismo fin de semana las cajas estaban a tope de gente, había mucho trabajo… Me llamaron para que diera apoyo y le di una patada a algo que había en el suelo. Resultó ser una medallita de plata del Arcángel San Miguel. Pregunté si era de alguien, no era de nadie… ahí se quedó por si alguna persona preguntaba por ella. Seguí con mi trabajo y pensando… qué raro.
Lo cierto es que un poco raro si que es…
Pues a la semana siguiente voy y me encuentro una estampita de la virgen. Mi familia es de Cádiz, y en ella hay personas que son muy devotas a la Virgen de la Macarena… y ahí estaba, una estampita de la Virgen de la Macarena. Esa misma tarde fui a casa de mi madre a tomar café, y allí estaba mi hermana. Ella es muy hábil haciendo manualidades, y justo en ese instante estaba pintando una teja muy bonita… con la misma imagen que yo había encontrado. Comentamos la casualidad, pero no pasó de ahí.
¿Y cuándo dijiste «basta»?
Pues me levanté una mañana, no mucho después y sin decirle nada a nadie me dije: me voy de aquí y que sea lo que Dios quiera.
Yo nunca he sido impulsiva, esta decisión era algo impensable para mi, pero ya estaba tomada. Soy muy trabajadora. Siempre que han necesitado refuerzos, horas extra, lo que hiciera falta… he dicho que sí. Pero ya no podía más. Me fui directa a la jefa, le expliqué mi situación, y dejé el supermercado.
Pero aún no había llegado el momento de conocer ni el reiki, ni el quiromasaje, ni ninguna de estas terapias. Ni por supuesto, la economía colaborativa…
No, pero poco a poco el camino me fue llevando hasta ellas. En el año siguiente mi marido y yo montamos una crepería. La verdad es que fue muy bien, pero seguía sin sentirme a gusto. Era mucho trabajo, había muchos gastos.. pensé «madre mía, de Guatemala a Guatepeor». Por causa del trabajo de mi marido yo me quedaba sola muchas tardes… pero en el fondo fue una bendición.
En la misma calle Blanquerna está la tienda Natureki, y allí hacían terapias alternativas. Una noche saliendo de la crepería me dije que necesitaba estar bien, que ese no era mi camino, aún no lo había encontrado, así que tenía que estar centrada para saber qué es lo que quería hacer yo en la vida, porque seguía sintiéndome perdida y sin encontrar mi felicidad.
Entonces me empezó a interesar el mundo de la biodescodificación -la manera en la que los conflictos emocionales se pueden reflejar en el cuerpo y en sus enfermedades-y empecé a interesarme por las terapias alternativas.
Antes has comentado que tener la crepería en la calle Blanquerna había sido una bendición, porque allí estaba Natureki…
Si. Conocí a su dueño, a Javier del Río. Él se dedicaba a hacer alineamiento de chakras, quiromasaje, yoga, reiki, talleres y cursos… Me hice el pac completo y me apunté a yoga con Matilde Meire. Javier vio que estaba muy interesada en estos temas y me ofreció trabajo en la tienda por las mañanas. Y ahí fue cuando empezó, realmente, mi aprendizaje. Eso me abrió las puertas a lo que realmente me apasiona en la vida, aliviar dolores, ayudar a los demás, aprender sobre terapias alternativas… En la Escuela Estena aprendí reflexología podal, aromaterapia, quiromasaje. Javier me enseñó reiki, y luego estuve algún tiempo en la escuela de yoga Evaki. Cuando nació mi hijo me aparté un poco porque fue un primer año de mami un poco heavy. Cuando regresé, alquilé un local con mis hermanas… Y ahora estoy en un pequeño gabinete, en la plaza Madrid. Y desde entonces voy pasito a pasito, disfrutando de mi hijo, de mi familia, dando masajes y ayudando a quien lo necesita.
¿Qué ha pasado en la cuarentena que ya dejamos atrás?
Pues como todo el mundo, he dejado mi actividad laboral en standby. Ha sido intenso, he podido disfrutar de mi marido en casa, cosa que no era posible antes porque él trabaja mucho. He meditado muchísimo y he hecho mandalas, muchas.
¿Y cómo se presenta el futuro?
Parece que la semana que viene puedo empezar a trabajar. Y a entrar en el mundo de la economía colaborativa. Estoy muy ilusionada porque ofrezco a la gente quiromasaje, reiki… lo que necesiten. Quien pueda pagar más, que pague más, quien pueda menos, pues menos, quien lo necesite, que no pague nada. Creo que tenemos que aprender a compartir, a estar bien y a ayudar dentro de las posibilidades de cada uno. Lo importante es estar conectados, y si alguien necesita algo de mí, que no deje de tenerlo por no tener dinero.
Evidentemente tendré que adaptarme. Tengo que hacer los masajes con guantes y mascarilla, tener una máquina de ozono en la habitación, recibir sólo a una persona… y seguir todas las indicaciones que toque.
¿Hasta dónde puede llegar en este sentido la economía colaborativa? Es decir, está claro que quiromasaje o reflexología podal no, pero llegado el caso ¿es posible practicar reiki en la distancia?
Se puede. La energía no tiene barreras. Para una sesión de reiki a distancia hay que quedar con esa persona a la misma hora aunque sea, evidentemente, en lugares diferentes. Para conectar con ella pienso en ella y canalizo la energía de esta manera.
¿Qué sientes cuando haces una sesión de reiki?
Pues a veces veo colores, a veces siento tristeza, otras veces mucho amor… depende de la persona y de la sesión. Una persona sólo puede hacer una sesión de reiki cuando está bien, equilibrada, por eso durante la cuarentena no he podido hacerlo a distancia con nadie. Ahora que estoy llena de energía y de fuerza estoy preparada para ofrecerlo en forma de economía colaborativa, porque estoy equilibrada, en armonía y todo fluye como corresponde.
¿Queréis contactar con MºÁngeles Gómez Melgar? Podéis hacerlo a través de su Facebook o de su teléfono: 680 851 742
Y como siempre, si tenéis algo que explicar, una experiencia que compartir o alguna economía colaborativa que practicar, poneos en contacto con nosotros.
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