Tambor d’Ametlla, un pequeño gran hallazgo en el mercado de Santa Catalina
El mercado de Santa Catalina, el más antiguo de Palma, data de los años veinte del siglo pasado. Ubicado en el barrio de pescadores que lleva su nombre, se le ha llegado a considerar como el Soho de Palma. Un lugar en el que se hablan varias lenguas y donde fácilmente se puede ver a un señora del barrio de toda la vida, armada con su cesta de la compra, cruzándose con modernos hippies removiendo sus té matcha.
Muy cerca de una de las cuatro entradas del mercado encontramos un pequeño gran hallazgo llamado Tambor d’Ametlla. No es que sea nuevo. Sus antiguos propietarios, que llevaban cuarenta años vendiendo frutos secos, caramelos o fruta escarchada, ya lo heredaron así. Un siglo después la apariencia de este coqueto puesto ha cambiado, pero su esencia sigue siendo la misma.
Tambor d’Ametlla: una historia que surge de la pandemia
Tras vitrinas de almendras, anacardos, pasas… una mascarilla rosa fucsia tapa la sonrisa de Laura, pero no se queda ahí confinada, sino que le llega hasta los ojos, dándonos la bienvenida. Su historia es como la de mucha gente en estos tiempos. O mejor dicho, como la de mucha gente que no se resignó y decidió tomar las riendas para seguir adelante.
¿Cómo empezó este proyecto llamado Tambor d’Ametlla?
Todo empezó en abril de hace un año, justo cuando salíamos del confinamiento. Cuando todo empezó yo trabajaba en una empresa de automoción, en el departamento de administración. Tenía horario seguido, por la mañana, estaba cómoda… En el mes de marzo me pusieron en ERTE, y luego me ofrecieron el 50% de las horas y cambiarme a horario de tarde.
Se trataba de una situación indefinida… Nadie sabía durante cuánto tiempo estaría así. Además, en el departamento éramos tres. Era fácil pensar que yo podía sobrar en cualquier momento. Al principio me dio mucha rabia esta falta de información, de seguridad.
¿Y cómo llegaste hasta aquí?
Por mi padre. Él es cliente habitual del mercado de Santa Catalina. Vio que se traspasaba el negocio y me lo dijo. Le estuve dando muchas vueltas. Muchas. Estuve semanas pensando en esto. Y luego simplemente me lancé a la piscina.
En este momento paramos la entrevista. Un señor mayor, con acento venezolano se acerca hasta la puertecita del puesto. Llama «niña» a Laura y le dice que hoy está pobre, que sólo ha salido con un euro. Que le ponga lo de siempre pero por ese precio. Ella le da una bolsita de diminutos caramelos sin azúcar. El señor remolonea, no tiene ganas de irse. Mantienen una breve conversación sobre la pandemia, sobre la situación en Madrid, sobre Venezuela… Al final me mira y me sonríe. También me llama niña, y se interesa por el ordenador y por la página en la que escribo. Al final, con un galante movimiento, se despide de nosotras.
¿Y cómo es tu día a día?
Trabajo todos los días hasta las tres, sábados incluidos. Eso es un poco estresante, porque sólo me queda un día y medio libre a la semana, y no me deja desconectar del todo.
Normalmente los sábados son los días que más trabajo hay, de lunes a viernes vamos tirando. Este mes ha sido duro, pero por suerte no han cerrado el mercado y seguimos trabajando, como somos sector de alimentación, es decir, servicios esenciales…
¿Y la clientela de Tambor d’Ametlla?
Hay de todo. Tengo a los clientes de toda la vida, que llevan comprando aquí sus almendras, la fruta escarchada… Y los extranjeros, que se llevan té, cervezas artesanas… Los de toda la vida me saludan, me cuentan cómo les van las cosas, me preguntan cómo me va… es muy entrañable.
Has mantenido la esencia de este puesto, pero has cambiado algunas cosas
Si, he mantenido productos como los frutos secos, pero he ampliado un poco la oferta. Tengo muchos colaboradores mallorquines, como por ejemplo Mallorcandy -me sorprendo gratamente, Jesús también fue protagonista de una de nuestras entradas, puedes volver a leerla aquí– que me trae caramelos y piruletas.
Me encanta porque sus productos son artesanales, naturales… estas piruletas son fantásticas, dice señalando unas redondas, casi transparentes. Y las rosas son una preciosidad, han tenido mucha salida para el Día de la Madre. Nadie hace caramelos como estas rosas.
También tengo otros proveedores mallorquines, como los de cerveza Breaking Brou y Toutatis, que es sin gluten. La Luna, miel de Es Begot, sal de Campos…
La almendra que vendo es exclusiva mallorquina, y es lo que más se pide.
Pero tienes otros muchos más productos
Es como una aportación que quiero hacer a la tierra de mi madre. Ella es del norte de León así que he traído mucho producto de Laciana y de Babia. Es una zona minera que estaba en decadencia, ahora están intentando impulsar los productos artesanos y de la tierra.
La cerveza 1270, por ejemplo, fue elegida la mejor cerveza artesana del 2020. Ahora están habilitando las minas donde la elaboran para hacer un circuito turístico.
De allí también tengo mermeladas y vinagres Bubo Babia… Hay mucha gente que procede de allí, o que tiene familia de allí, que los reconoce en seguida, y a mí me gusta colaborar con ellos. Es como colaborar un poco con la economía de la zona.
La entrevista vuelve a interrumpirse. un cliente habitual se lleva un par de cervezas artesanas, Al cabo de unos minutos una extranjera se para ante el puesto, observa lo que hay y se decide por las almendras mallorquinas y una bolsa de higos. Laura la atiende en inglés fluido -no en vano estudió en Gales-, intercambian algunas palabras sobre manicura y la clienta, contenta, se va.
También tengo productos que son difíciles de encontrar si no es en Tambor d’Ametlla, como son los frutos secos tostados sin sal como macadamia, cacahueta, anacardos… No los tienen en todas partes.
Es decir, tu mundo, como el de muchísimas personas, ha cambiado por completo
Laura sonríe, divertida
Pues sí. Mi mundo ha cambiado por completo. Llevaba cuatro años en la empresa, tenía mi rutina, hacía mis horas extra… De repente el mundo se para. Llega la pandemia y el confinamiento. Desconfías de todo… y toca cambiar. Quién sabe… A lo mejor hubiera vuelto a mi horario normal y corriente, pero puede que me hubieran despedido. Qué más da. Nadie imaginaba que esto duraría tanto. Pensábamos que serían unos meses y que volbveríamos a la normalidad y eso no ha sido así. Estoy contenta de tener Tambor d’Ametlla. No me hubiera decidido por una tienda a pie de calle, pero aquí es más sencillo, llegas a más gente.
Evidentemente el dinero es una rueda. Cuando los ERTES se convierten en ERES, todos salimos perjudicados. Pero aquí hemos podido seguir trabajando, y eso se agradece. Además, en este pasillo todos nos llevamos muy bien, es muy agradable.
Echo un vistazo y puedo constatar que la gente no para de trabajar, pero se les ve contentos
Aquí delante, en Mr Poulet, tengo a Laurent, que hace pollos asados buenísimos, al limón o a la provenzal, y también sirve pollos ecológicos. Lleva dos años aquí y es francés. ¡Yo no sabía que había tantos franceses en Palma hasta que llegué aquí! Es como un padre sabio que nos da consejos a todos.
Allí está Es Rebost den Pep, que es hijo de los que me traspasaron el negocio. Él es muy optimista y siempre trata de verlo todo en positivo. Al otro lado tengo las flores, allí el Bar Frau, la pastelería, el de los vinos, que ya ha pasado un par de veces…
En este momento una chica que trabaja en la frutería de atrás reclama a Pedro, del Bar Frau, desde la esquina. «¡Ponme un trozo de coca de trampó!-pide- una que no tenga la pasta muy hecha»
Laura vuelve a sonreír. Sus palabras se reafirman.
Aquí se está muy bien. Además, nos animamos los unos a los otros. Este mes ha sido muy malo, pero entre todos intentamos llevarlo de la mejor manera posible.
Y el ambiente es completamente diferente al que estabas acostumbrada
Uf, por supuesto. Yo he trabajado mucho en atención al cliente, pero aquí es distinto. Es cercano, más auténtico. Disfruto mucho más de estar al frente, no sé si porque Tambor d’Ametlla es mío, pero me encanta atender a la gente.
También hago gasto en el mercado. Me tomo un café en el bar, un zumo donde la fruta… entre nosotros lo hacemos mucho. No nos da para vivir, pero nos gusta colaborar los unos con los otros.
De momento, como en todo inicio, supongo que es duro
Trabajo mucho, sí. Parece que está todo listo y que sólo tengo que sentarme a esperar, pero siempre hay cosillas que arreglar. Llegan pedidos, hay que rellenar los botes, tenerlo todo ordenado y arreglado… Además no me puedo permitir coger a alguien que me ayude para pillar unas mini vacaciones. Hoy en día no hay ayudas para esto. Hay que pagar tantas cosas que es mejor cerrar o no tener vacaciones que intentar contratar a alguien. Pero las cosas mejorarán.
Laura Moragues, tiene, además de un padre con visión de futuro, una madre que le ayuda a importar productos de su pueblo, y un puesto acogedor en el mercado, dos hijos. La mayor tiene 15 años, y el pequeño, 11. Así que cuando sale de aquí, aún debe dedicarse a mil y una cosas en su vida familiar.
Ella forma parte de una raza nueva de personas, surgidas del 2020: la raza de los que siguen adelante, donde y como sea, y consiguen convertir todo su tesón y toda su energía en algo nuevo, de calidad, y productivo.
Podéis encontrarla -a ella y a su sonrisa enmascarada que siempre le llega hasta los ojos- en el mercado de Santa Catalina, pero también en sus redes sociales.
Instagram: @tambor_d_ametlla
Facebook: Tambor D’ametlla
Nos acercaremos pronto al mercado a comprar almendras tostadas.
Gran entrevista, podemos pedirte que entrevistes a más emprendedores? La situación es complicada y necesitan a alguien que les de voz.
Me ha encantado la historia de Laura, Gracias!!
En breve iré a conocerla seguro.
Enhorabuena!!!
Doy fe de que sus productos son de calidad. Laura te deseo lo mejor!!